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¿Los niños deberían necesitar consentimiento de los padres para vacunarse?

Niño de siete años recibe dosis para niños de vacuna contra el COVID-19 de Pfizer
Ari Alleyne, de siete años, recibe la dosis para niños de la vacuna contra el COVID-19 de Pfizer, de manos de la enfermera Priya Meyer, en noviembre, en el Children’s Hospital Los Angeles.
(Al Seib / Los Angeles Times)

¿Se debe permitir que los niños de hasta 12 años se vacunen sin el conocimiento o consentimiento de sus padres?

Me sorprendió cuando leí que el senador estatal Scott Wiener propuso un proyecto de ley que, esencialmente, despojaría a los padres del derecho a tomar una decisión tan importante sobre la atención médica de sus hijos.

Corrección:

6:19 p.m. en. 29, 2022An earlier version of this article said the group Teens for Vaccines was founded last year. It was founded in 2019.

Quiero decir, ¿qué le da al Estado el derecho de socavar uno de nuestros lazos más sagrados?

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Un montón de cuestiones, al parecer.

Los adolescentes ya tienen derecho a tomar muchas decisiones de atención médica por sí mismos. Y este proyecto, si se convierte en ley, simplemente ampliará esas garantías que ya disfrutan.

En California, por ejemplo, los menores pueden obtener anticonceptivos sin el consentimiento de los padres. También pueden vacunarse contra el VPH, el virus de transmisión sexual que puede causar verrugas genitales y cáncer, y contra la hepatitis B, un virus que puede dañar el hígado.

Opinion Columnist

Robin Abcarian

Pueden recibir tratamiento para cualquier enfermedad venérea, abortar, recibir atención médica por lesiones resultantes de agresión sexual o violencia doméstica. Tienen derecho a recibir ayuda para los trastornos relacionados con el consumo de drogas y alcohol. Y acudir a psicoterapia solos, sin el permiso de los padres.

Entonces, ¿por qué no darles competencia sobre todas sus vacunas, especialmente las que protegen contra el COVID-19?

“Dar a los jóvenes la autonomía para recibir vacunas que salvan vidas, independientemente de las creencias u horarios de trabajo de sus padres, es esencial para su salud física y mental”, considera Wiener en un comunicado que anuncia el proyecto de ley.

“Muchos adolescentes quieren vacunarse para poder llevar una vida más normal (participar en deportes o bandas musicales, viajar, ir a casa de amigos), pero no pueden hacerlo debido a las opiniones políticas o la falta de tiempo de sus padres”.

La semana pasada, mi colega Melody Gutiérrez escribió sobre una niña de 17 años que pasó meses peleándose con sus padres para que le permitieran vacunarse. Finalmente cedieron, lo que permitió que la adolescente regresara a su trabajo como escriba en un hospital y visitara a su abuela, que tiene cáncer de pulmón.

“Fue una cuestión de persuasión constante”, dijo Ani Chaglasian, embajadora de Teens for Vaccines, un grupo fundado el año pasado por el adolescente de San José, Arin Parsa.

Teens for Vaccines ofrece aliento y consejos en su sitio web a los adolescentes cuyos padres son renuentes a las vacunas. El grupo también compiló una lista, basada en informes de noticias, de jóvenes no vacunados que murieron a causa del COVID-19 o que sufren efectos a largo plazo después de contraer el virus.

Mientras la variante Ómicron arrasa entre la población, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) informaron recientemente un aumento en las hospitalizaciones de menores de edad.

Al mismo tiempo, lamentablemente, las tasas de vacunación se han ralentizado.

Casi el 69 % de los californianos están completamente vacunados (en comparación con el 63 % de los estadounidenses en general). La tasa para los niños de California de 12 a 17 años es ligeramente más baja, 64%.

Después de que la FDA aprobara la vacuna Pfizer para niños de 5 a 11 años, a principios de noviembre, inicialmente hubo una gran demanda. Pero pronto se desvaneció. Solo el 23.5% de los menores del Estado Dorado en ese rango etario están completamente inoculados.

El doctor Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas del país, estima que cerca del 85 % de la población deberá vacunarse antes de lograr la inmunidad colectiva, el punto en el que tan pocas personas serían vulnerables al virus, que éste simplemente desaparecería.

El de Wiener no es el único proyecto de ley de vacunación que estará bajo consideración. Los legisladores estatales están en plena redacción de algunas de las medidas de salud pública más duras del país, incluido el fin de la ridícula exención de “creencia personal” que permite a los padres optar por no proteger la salud de sus hijos.

Habiendo observado de cerca las batallas de vacunas de los últimos años, no espero con ansias la ira y las amenazas que serán una parte inevitable de legislar nuestro camino hacia la inmunidad colectiva.

Y siempre temo por la seguridad del senador estatal Richard Pan, el pediatra que se convirtió en el enemigo público número uno de la comunidad antivacunas por sus esfuerzos incansables y exitosos para aumentar las tasas de inoculación infantil de nuestro estado y cerrar las lagunas después de un brote de sarampión en 2014, en Disneyland.

La mayoría de los pacientes infectados no estaban vacunados. Irónicamente, en 2000, Estados Unidos declaró que el sarampión había sido erradicado en este país.

El lunes, Pan dio a conocer un proyecto de ley que agregaría las vacunas contra el COVID-19 a la lista estatal de inoculaciones obligatorias para niños en edad escolar desde el jardín de infantes hasta el grado 12.

También se aplicaría a los lugares de cuidado infantil, incluidos los que funcionan en el hogar, una vez que se apruebe una dosis para niños menores de cinco años. Solo se permitirían exenciones médicas.

En última instancia, a menos que tenga una mayoría a prueba de vetos, cualquier proyecto de ley requerirá la aprobación del gobernador Gavin Newsom, cuyos mensajes sobre su compromiso con las vacunas obligatorias han sido mixtos.

Si bien las ha aceptado para trabajadores de la salud, escolares y educadores, también ha promocionado exenciones médicas, religiosas y de creencias personales.

“Está tratando de no ser conflictivo, pero envía el mensaje de que si no quiere vacunarse, no tiene que hacerlo”, expresó recientemente Catherine Flores Martin, directora ejecutiva de la California Immunization Coalition. “Está tratando de quedar bien con ambos lados”.

Ésta podría ser una buena política para alguien que se enfrenta a la reelección en noviembre, pero es una pésima política de salud pública.

Cerremos las lagunas y empoderemos a los niños para que opten por las vacunas. Porque resulta que los padres no siempre saben lo que es mejor.

@AbcarianLAT

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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